Por Roberto Pichardo (@BetoPichardo_xx)
¿Cuánto hace de la última vez que los Tuzos nos brindaron
tantas alegrías seguidas? Omitiendo el tropiezo en Torreón la semana pasada, me
atrevería a decir que este equipo no brindaba tales actuaciones tan convincentes
y provechosas desde la última vez que Enrique Meza tomó el timón, en aquellos
hermosos años de 2006 a 2009.
Esta semana en particular, los nuestros han conseguido dos
victorias de suma importancia. Por un lado, la clasificación a la semifinal de
la Copa MX por primera vez desde su reincorporación a nuestro sistema
futbolístico. Por el otro, un triunfo que termina por confirmar la mejoría de
las individualidades que tanto requerían un ajuste y la consagración del ‘Huracán’
como fortaleza impenetrable.
El pasado martes, los Tuzos acudieron a la cita de cuartos
de final de la polémica Copa MX en un Estadio Tecnológico con entrada floja,
como pocas veces se le ha visto en tiempos recientes. El partido se celebró con
un primer tiempo intermitente y una segunda mitad con actuaciones interesantes
por parte de ambos bandos, destacando Rodolfo Cota quien le atajó un penal a
Wilson Morelo y recobró esa confianza que tanta falta le hacía.
El juego tuvo que definirse en su última instancia, con
cinco cobros certeros por parte de los hidalguenses contra cuatro de los
regios. Curiosamente, fue el mismo Morelo quien volvió a errar su disparo.
Seguramente soñó con Rodolfo Cota esa noche, puesto que desahogó sus
frustraciones en Twitter a escasos momentos de haber concluido la humillación
albiazul frente a su gente. Y hablo de humillación porque, como el lector
recordará, se disputaron cuatro encuentros entre Monterrey y Pachuca en menos
de tres semanas, y en todos los cotejos fue la ‘Pandilla’ quien pagó los platos
rotos.
Los ánimos por la masacre norteña perduraron en el seno de
la Universidad del Futbol hasta el fin de semana, cuando era turno de los Tuzos
de recibir a Jaguares de Chiapas. El equipo que antes militara en San Luis
Potosí se plantó en el Hidalgo con una táctica de poca profundidad y mucha
presión, así como una labor defensiva un tanto eficiente. No así Pachuca, quien
se mantuvo persistente e incisivo en terreno enemigo con su ya característica
velocidad por los costados y fluencia en mediocampo. No obstante, fue un
partido en el que tanto los locales pudieron convertir en al menos dos
ocasiones más como los visitantes pudieron haber evitado irse en blanco del
recinto pachuqueño.
En resumidas cuentas, fue un partido de imprecisiones incontables
por parte de ambas escuadras. Reflejo de las circunstancias se encuentra en la
forma en que cayeron los goles: a balón parado. Un tiro libre excelso por parte
de Ayoví con colaboración de Frausto y una jugada prefabricada nacida de una
falta en los linderos del área en la que Ayoví cede a Colón, este devuelve a
Walter con pantalla de De Buen y centra para que Valencia la empuje. Golazo
(aunque Valencia casi falla).
Una alegría momentánea nos corroe. Lo mejor está por venir
ahora que Pachuca se medirá ante Alebrijes en la semifinal de la Copa MX y
visitará el puerto jarocho donde no será sencillo pescar tres puntos. Pese a
todas las mejoras inminentemente necesarias, una cosa es segura: estamos ante
la mejor versión de Pachuca en muchos años. ¿Hasta dónde llegará Enrique Meza
en su segunda etapa como entrenador del ‘Equipo de México’?