Por Roberto Pichardo
A estas alturas ya todos conocemos la triste historia que
tuvo lugar el día de ayer en el Estadio Jalisco. Los Zorros del Atlas tuvieron
a bien de rescatar el empate en la última jugada del partido cortesía de Matías
Vuoso. Si bien es cierto, los Tuzos no merecían el triunfo, pero, ¿por qué fue
que la justicia del futbol se hizo presente? ¿Cuáles fueron las causas?
En un partido que vino a más, con un rayo que cayó muy cerca
del lugar en donde se desarrollaba el encuentro y el cielo que caía a pedazos
sobre 22 jugadores con grandes deseos de la victoria, se celebró un partido con
varias cosas que resaltar.
Primero que nada, me parece más que suficiente el pasar de
cinco jornadas para saber que Walter Ayoví no tiene nada que hacer en la
lateral izquierda. Un cambio efectivo realizado por Gabriel Caballero fue el
ingreso de Juan Carlos Rojas en sustitución de Duvier Riascos, jugador que
comienza a acabar con mi paciencia. Con el ‘Romita’ en el campo, Ayoví fue
recorrido de línea, convirtiéndose en un eje de ataque con llegadas peligrosas.
¡Ese es el Walter Ayoví, imponente y habilidoso, que todos queremos ver!
Después llegaron dos ocasiones de gol claras. ¿Qué pasó? Los
delanteros se amontonaron en el área, nadie se decidió a definir y todos
quisieron pegarle al mismo tiempo. El factor desorden, conjugado con el exceso
de defensivos rojinegros, impidieron el flujo del balón en el último paso.
Llegadas hubo, se concretó solo una, y eso con problemas.
Bien dicen que “el que perdona, pierde”. Atlas se volcó la
mayor parte del partido al frente, buscando la oportunidad que le diera el
empate. Algunas intervenciones de la saga y unas más de Óscar Pérez
contribuyeron a mantener intacto el marcador. Sin embargo, la lluvia hizo
justicia en pro de los locales y Vicente Matías Vuoso no lo pensó dos veces
para sacar un disparo filtrado entre la multitud y vencer al ‘Conejo’ en la
última oportunidad. Vaya final, todos estuvimos al filo de la butaca.
Ahora, también es justo dar honor a quien honor merece. El
día de ayer fuimos testigos de una exhibición brillante de futbol por parte del
joven Rodolfo Pizarro, quien comienza a caracterizarse como uno de los
jugadores con mayor clase y prudencia del equipo. Los dos últimos adjetivos
describen lo que todo jugador necesita. No se trata de saber esconder y jugar
el balón por todo el campo y comerte al mundo en una jugada, sino de saber
cuándo y cómo hacerlo. Y Pizarro sabe cuándo y cómo, sabe devolver el balón,
tiene visión del campo y garra para pelear balones que parecería se pierden.
Bien por él, orgulloso producto de las Fuerzas Básicas.
Por último, creo que no fui el único espectador al que se le
paralizó el corazón al ver a Enrique Esqueda, tras más de un año y medio de
ausencia, dar un par de saltos junto al cuarto árbitro para darle la mano a su
compañero y entrar a la cancha, a disputar su primer partido de Liga MX desde
enero de 2012. El “Paletuzo” verdaderamente está de regreso, y estoy seguro de
que querrá pelear un puesto por la titularidad en cuanto se estabilice por completo,
para volver a regalarle sonrisas a los que se ponen la blanquiazul cada sábado,
sin fallar.
Dados los puntos de vista de un servidor, y reiterando que
la palabra más valiosa la tiene el lector, se que llegaremos a la conclusión de
que a Pachuca le sacaron dos puntos de último minuto con toda justicia, por lo
tanto, hay cosas que corregir para derrotar al archirrival con el que se verá las cosas el próximo
sábado: Club América.
No hay comentarios:
Publicar un comentario