Por Roberto Pichardo
Lo vivido anoche es lo único que
faltaba para regresar a aquel Pachuca que lo conquistó todo: torneos,
representaciones, y por supuesto, nuestros corazones.
He vivido lo suficiente como para
saber que Pachuca es de esos equipos que cuando salen enchufados y
verdaderamente determinados a vencer, no importa que llevemos 93 minutos de
juego, ellos lo harán nuevamente, anotarán. Y es que dos goles en menos de
cinco minutos mantienen al borde de la butaca a cualquiera, con la expectativa y
alegría de un triunfo seguro que, tan solo unos instantes antes, se veía como
un oasis en medio del frío.
Hablando del partido de anoche,
podemos resaltar que la gente llegó con poco ánimo, algunos molestos por el
resultado del miércoles, los demás congelados por el clima tan cambiante de la
Bella Airosa. De una u otra forma, pero no iban tan contentos a apoyar al tuzo
como de costumbre. Al término de la primera mitad se hizo notar su descontento.
Sabían que el gol fue un error de desconcentración, puesto que un futbolista
debe de estar atento y con los ojos en el balón en todo momento. Ni hablar, fue
un error que costó el desánimo de todos en lo que restó del primer tiempo.
Para la parte complementaria, con
un Avilés Hurtado que ingresó más participativo que su compañero Suarez, las
llegadas comenzaron a suscitarse. Tampoco hay que minimizar al rival, que no
mostró mayor indicio de desgaste por haber jugado la mayoría entre semana, además
de que supieron mantener unas líneas firmes al mero estilo de Lapuente.
En fin, Pachuca gana 2-1 con
anotaciones al 89’ y 92’. Un partido que me provocó una emoción similar a la
tan recordada diana de Edgar Benítez en la final de la Concachampions. Donde se
fue la luz en toda la ciudad y la mayoría dimos por descartada la victoria
tuza, y que, para sorpresa de todos, la energía eléctrica regresaría justo en el
momento de premiación. Cruz Azul estaba en la pantalla del televisor, arriba
del podio, recibiendo medallas con sabor tan amargo como sus rostros. De
inmediato, una repetición del gol fue analizada por los comentaristas por enésima
vez. Desde ese momento, puedo decir que he visto ese gol más de 20 veces, y me
causa tanta emoción y alegría como si hubiese sido yo el descamisado que corría
por todos lados con la alegría de mil goles.
Los tuzos lo han hecho de nuevo,
como lo hicieron con Benítez en Concachampions, como con Arreola, Cejas y Bueno
contra Toluca, y ahora, Carreño y Reyna pasan al baúl de los recuerdos, de
aquella noche helada en la Cuna del Futbol, donde se luchó hasta el final y se
consiguieron tres puntos que saben a seis.
¡Gracias Pachuca, lo volviste a
hacer!
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