Por Roberto Pichardo
Valga la expresión del título en
el doble sentido. La Voz del Huracán se ha convertido en una crónica respecto
al progreso del equipo en su camino a la gloria. Y es que las cosas suelen ser
las mismas o muy similares cada semana. Eso sí, hay que tener los cinco
sentidos en el partido para darse cuenta que la mano de Enrique Meza comienza a
hacerse presente.
Cada semana se ha hecho habitual
para un servidor hablar sobre lo ocurrido el día anterior en el terreno de
juego cuando el Tuzo hace rodar el balón, y está bien. El proyecto que llevamos
a cabo en estas semanas es de seguir, con mucha cautela, la evolución de
nuestro equipo para sacar conclusiones en la Jornada 17. Ya no se trata de
criticar por que sí. En fin, ya hablé mucho de mí.
Respecto a lo que vimos anoche en
el Tecnológico, podemos decir, en primer término, que las condiciones
climáticas tan deplorables para un partido de futbol no son excusa alguna para
justificar el resultado final. Todos juegan en la misma cancha. Así mismo,
decir que la igualada pudo ser posible, ya que el gol de Cardozo fue un
auténtico regalo del destino, pese a haber sido un golazo. Así también, el
empate estuvo muy cerca, ya que Pachuca adelantó líneas y puso en aprietos a la
zaga local en los últimos diez minutos de juego.
Pero, ¿por qué en los últimos
diez minutos de juego? ¿Por qué no todo el partido? Llegó un momento en el que
Pachuca no tuvo idea de qué hacer con el esférico en los botines, esto desde el
arranque de la segunda mitad hasta casi tres cuartos del tiempo regular. Podrán
decir que un juego de “waterpolo” no te da para más, y puede que tengan razón,
el reflejo de ello es el resultado: una sola anotación. Sea cual sea el motivo,
la actuación de los Tuzos en el norte del país me deja con algunas cosas por
resaltar.
Supongo que no soy el único que
extrañó a Rodolfo Pizarro en el campo. Desconozco las razones por las que el
juvenil no tuvo actividad en esta oportunidad, pero creo que pudo haber sido, por
lo menos, un relevo con mucha llegada al frente. Tal es el caso de Jürgen Damm,
quien se reúsa a soltar la titularidad con actuaciones favorables. Anoche, el
de ascendencia alemana explotó las ocasiones que tuvo el balón, desbordando la
banda derecha con estupenda velocidad y frescura.
Tendré que comerme el orgullo y
señalar que Duvier Riascos tuvo una mejoría en el campo. Se le ve mucho más
participativo al tener el balón, y parece que poco a poco recupera la memoria y
se acuerda de cómo jugar al balompié. No así Cavenaghi, que sigue sin
incrementar su cuota de goles cuando se esperaría fuese el goleador
blanquiazul.
Da gusto ver a Walter Ayoví y a
Daniel Arreola levantar la mano para cobrar tiros libres. Mientras el primero
casi anota, el segundo ha recibido consejos del profe Meza y tiene ganas de
ponerse a prueba a sí mismo frente a su gente. No obstante, esperemos que la
lluvia haya sido la causa de que Daniel Ludueña cobrara ineficientemente la
mitad de los disparos a larga distancia.
Lo que angustia a un servidor es
la banca. Un cambio forzado y dos más que, posiblemente, pudieron haber sido
mejor aprovechados. Me hubiera encantado ver a Pizarro, Marco Bueno e incluso
Abraham Carreño en el cambio, supliendo a alguno de sus compañeros. Creo que la
plantilla y las condiciones te demandan cambios más revulsivos. Pachuca
necesita un “talismán”.
Enrique Meza regresó a Pachuca,
la que llama “su casa”. El hambre de victoria la tienen todos, los Tuzos no
ganan desde la Jornada 2 y se les comienza a escapar la liguilla. Sin embargo,
el “Ojitos” no trabaja con presiones, sino con hechos. La primera vez le llegó
una derrota tras otra, y cuánto nos dio al final. En términos generales,
Pachuca comienza a revivir, poco a poco.
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